lunes, 21 de agosto de 2017

BORROSIDAD 

Al estudiar un evento o fenómeno, desde cualquier disciplina, ha traído consigo la necesidad de circunscribir un determinado objeto, es decir, fijar sus límites y establecer sus relaciones con otros elementos. 
Este proceso en esencia, puede remitirnos a esas primeras lecciones de matemática en las que, dada una colección de cosas, se nos enseñaba a diferenciar los elementos que pertenecían y no pertenecían a un determinado grupo; de igual forma, se aprendían las nítidas uniones o intersecciones entre conjuntos. 

Sin embargo, toda la nitidez a este respecto ha ido cediendo paso (en algunas disciplinas con más resistencia que en otras), a un nuevo modo de entender la realidad, ya no en términos de absolutos sino de gradaciones.

 Así, se ha pasado a hablar de la verdad, a considerar una(s) verdad(es), las cuales se tornan más difusas —que no confusas—, cuanto más cerca estamos de los fenómenos bajo estudio.

En psicología y psicología social, la idea de lo vago o borroso ha servido para explicar diversas instancias del comportamiento humano, se tomara como referencia una aplicación de la Teoría de los conjuntos borrosos (de ahora en adelante, TCB) propuesta por Lofti A. Zadeh, o bien usando la idea de lo difuso sin una mención explícita a los trabajos de este autor o sus seguidores (lo que no deja de ser un elemento de interés). 

 La TCB, si bien se propone en un artículo publicado por Lofti A. Zadeh en 1965, es referida por planteamientos matemáticos e inclusive filosóficos que datan desde la antigüedad en relación con la teoría de conjuntos, si bien desde la Grecia clásica se otorgaba mayor importancia a la bivalencia que no a la multivalencia y lo paradójico (de donde se nutre la idea de lo vago o lo borroso). 

El tránsito de la teoría clásica de conjuntos a la borrosidad descrito por Riera y Sales (1983) de la manera que sigue:
  •  En la teoría clásica de conjuntos existen dos elementos básicos que deben estar claramente definidos, a saber, un universo de discurso y una propiedad que se aplique a los elementos de dicho universo, a partir de los cuales se establecen todas las relaciones posibles de dichos objetos entre sí y con los de otros conjuntos o sub conjuntos. 

De las reglas de esta teoría pueden destacarse dos principios: el de no contradicción y el del tercero excluído; de acuerdo al principio de no contradicción, un elemento no puede pertenecer al mismo tiempo a un conjunto y a su complementario, y si esto es así no cabe una tercera opción (principio del tercero excluído), ya que un objeto o está en un conjunto o en el otro. Esto hace que las opciones aceptables sean verdadero o falso. 

 A partir de esta bivalencia de lo verdadero-falso, en 1920 el lógico polaco Jan Lukasiewicz propuso un tercer valor, el indeterminado, que no era ni cierto ni falso, y que tenía que ver con las estimaciones de fenómenos futuros. 

Esta trivalencia (verdaderoindeterminado-falso) vino a ser corroborada con el principio de Werner Heisenberg en 1927, según el cual no era posible saber al mismo tiempo la posición y el impulso de una partícula.

Otros trabajos de interés para entender el surgimiento de la TCB son los planteamientos de Max Black y Bertrand Russell, quienes habían propuesto, respectivamente, la existencia de conjuntos vagos y la presencia de lo paradójico en la matemática moderna (Kosko, 1993). Esto fue configurando la aparición del trabajo de Zadeh, y con él, la posibilidad de entender realidades distintas a las de la matemática o la ingeniería desde esta teoría.  

Por lo tanto, como conjunto borroso se podria definir de la siguiente manera: 

"Como una clase en la cual puede haber un continuo de grados de membrecía, como, por decir, en la clase de objetos largos. Dichos conjuntos constituyen la base de mucha de nuestra habilidad para resumir, comunicar y tomar decisiones bajo la incertidumbre o la información parcial. De hecho, los conjuntos borrosos parecen jugar un rol esencial en la cognición humana, especialmente en relación con la formación de conceptos, clasificación de patrones y razonamiento lógico” 

La idea de lo vago y lo difuso no ha escapado a la mirada de psicólogos y psicólogos sociales. Estudiando los ámbitos personal e interpersonal, se encuentran evidencias de que la borrosidad ha resultado útil para explicar ciertos procesos y comportamientos; sin embargo, no en todos los casos existe referencia directa a la obra de Zadeh, lo que, en cierta medida, sugiere que se ha trabajado con la borrosidad desde la psicología (social) misma, lo que enriquece el análisis de este fenómeno. 

Por otra parte se a intentado discriminar la presencia de la lógica borrosa a distintas edades y su modificación con los años; es decir, en todos los casos se asume lo vago como un elemento del pensamiento humano, encontrándose diferencias en los momentos de su aparición y en las características de su funcionamiento a lo largo del tiempo.

Así, Alexander y Enns (1988), examinaron la formación de categorías en personas expuestas a una serie de ejemplares nuevos en determinada agrupación, con el acento colocado más en los límites de los nuevos conceptos antes que en los prototipos de las categorías. 
Los resultados derivados de esta experiencia llevaron a la conclusión de que, con la edad, la exclusión de elementos disímiles y la consideración de elementos contextuales fue mayor, lo que permitió establecer que a mayor edad, menor borrosidad. 

Este hallazgo se hace contradictorio al ser contrastado con la experiencia de Carabine (1991), quien demostró que los adultos, a diferencia de los niños, utilizan un mayor número y variedad de referentes para describir objetos, lo que hace que se incremente la borrosidad de los límites en la atribución de significados a las palabras .

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